¿Cómo responde a un padre que le critica injustamente?
¿Un compañero de trabajo que esparce rumores falsos para que lo despidan?
¿Un maestro de escuela que lo esta tratando sin misericordia?
La respuesta usual para esos maltratos es enojarse y desquitarse. Pero de acuerdo al autor de este libro, la retribución y la venganza no son nuestra prerrogativa. Son de Dios.
Ver que los que abusan parecen salirse con la suya va contra su impulso natural. Pero si usted deja la justicia en las manos de Dios, El promete que:
Lo defenderá y lo vindicará.
Lo bendecirá abundantemente.
Crecerá en carácter y desarrollará sus músculos espirituales.
Entonces, ser maltratado no es causa para el enojo y la autodefensa. Más bien es causa para bailar y gritar de gozo y para hacer fiesta en el alma.
Cuando usted cede su derecho de arreglar las cosas y más bien permite a Dios hacerse cargo del asunto, usted pone la justicia en las manos apropiadas. Esto lo libera del ácido del resentimiento. Y esto abre su corazón para recibir más poder para una vida transformada mucho más allá de lo que pueda imaginar.
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